martes, 25 de agosto de 2020

Guerra fría y geopolítica en el siglo XXI

 


Entenderemos entonces por intelectual aquel individuo perteneciente al ámbito de la ciencia, del arte, del pensamiento o de la cultura que se dedica a pensar, comprender y explicar la sociedad en que vive, debiendo transmitir el resultado de su reflexión a un público determinado. Esta transmisión, o los procedimientos que la permiten, implican desde ya una acción pública; luego, sería redundante hablar de intelectual público, pues por definición el intelectual posee connotación pública. Según este criterio, un novelista, por ejemplo, que no desarrolla actividades públicas o que solo se manifiesta sobre materias estrictamente literarias no será catalogado como intelectual. Lo mismo rige para el sociólogo o el biólogo que ejerce su profesión de espaldas a la sociedad y sin dialogar con el resto de la comunidad académica, restringiendo su labor a un espacio profesional cerrado. 
La primera lo concibe como un estamento profesional o administrativo y se preocupa por su eventual constitución como cuerpo social; la segunda lo entiende como la elite pensante de una sociedad e indaga en sus relaciones con la política y el poder. Este tópico, que es el que nos interesa, se ha tornado
predominante en la práctica, y aunque no debiesen desatenderse otras facetas, debe reconocerse que esta reflexión ha puesto en tensión la figura del intelectual entregando los debates más polémicos. Hasta ahora se ha estudiado el campo cultural de sociedades nacionales en épocas dadas, como lo hace Pierre Bourdieu con la Francia del siglo XIX.9 Lo que se postula aquí es entender lo que sucede en el campo cultural latinoamericano y hasta mundial, en el contexto de la Guerra Fría

La Guerra Fría, es la globalización del intelectual latinoamericano. En paralelo al proceso de conformación del campo cultural continental, o sea, de la latino americanización de los intelectuales, se desenvuelve el proceso de mundialización, en virtud del cual los intelectuales salen al mundo, lo descubren, lo visitan materialmente, se relacionan con sus pares, con los pueblos y con las autoridades de países que hasta entonces habían permanecido remotos, dando vida a un campo cultural mundial. Ya no es solo Europa Occidental y Estados Unidos el destino de nuestros escritores y artistas, es también Europa Oriental y la Unión Soviética, es también África, China, la India y el sudeste asiático.

Por supuesto que en el proceso intervienen otros factores, pero en estas líneas sostendremos que la Guerra Fría es vital en la conformación de este mega campo intelectual. Por cierto, las ideas de los intelectuales de América Latina respecto a la Guerra Fría no conforman un conjunto homogéneo, sino que se diseminan para articular una serie de discursos sin fronteras rígidas, que se distinguen tanto por su contenido como por su “registro” o modo de decir las cosas. El análisis crítico del lenguaje empleado por los intelectuales podrá sugerir el grado de originalidad y autenticidad de las ideas; por lo pronto, difícilmente se hallarán discursos u opiniones demasiado elaborados; por el contrario, lo que se observa a grandes rasgos es una tendencia a recoger y reiterar lo que dicen las cúpulas políticas, los partidos, los poderes establecidos y las ciencias sociales.
En los albores de la Guerra Fría la Unión Soviética reclutó una suerte de ejército rojo intelectual, con una dotación de l
atinoamericanos nada despreciable. A los viejos comunistas como Juan Marinello, Diego Rivera, Nicolás Guillén o Jorge Amado se agregaron nuevos como Pablo Neruda u Oscar Niemeyer (ambos afiliados en 1945). Los intelectuales comunistas formaron un frente de apoyo a la URSS y, cual disciplinados soldados, sirvieron la bandera roja a través de distintos mecanismos de participación. Ellos constituyen, dentro del campo intelectual de América Latina, el sector más radical, el que se situó más a la izquierda, el que se identificó más con el bando soviético.

Partidarios, en todo el sentido de la palabra, la Unión Soviética no tuvo más que los anteriores. Circunstancialmente contó con el apoyo de intelectuales independientes (ni comunistas ni cubanos), como Luis Cardoza y Aragón, de quien conoceremos su entusiasta testimonio de viaje a la Unión Soviética. Es probable que un buen número de intelectuales, de haberse visto en la necesidad de enjuiciar a Estados Unidos o a la URSS, se habría inclinado por ésta, más por oposición a los norteamericanos que por convicción. Pero eso es muy distinto a ser partidario. En verdad, encontrar un intelectual latinoamericano que no hubiese dirigido un ataque, una crítica o un reproche a Estados Unidos en esta época es casi imposible, incluso entre sus mayores defensores. Pero de ahí a apoyar a Moscú había mucho trecho.


Durante la Guerra Fría, la autonomía en política exterior, tanto en el campo internacional como en el latinoamericano y colombiano, fue un importante objeto de estudio y una cuestión práctica significativa 1971. En términos generales, predominó una noción relativa de la autonomía, en el sentido de que una conceptualización absoluta, plena o total de la misma era percibida como exagerada, quimérica, costosa, improbable o inalcanzable. A su vez, en las diversas aproximaciones -tradicionales o más contemporáneas, funcionalistas o estructuralistas, marxistas o no marxistas, mundiales o regionales, hemisféricas o nacionales- evaluadas, se hizo evidente el sesgo estatalita y racionalista para caracterizar y explicar el comportamiento autonómico en política internacional.

A continuación se presenta un video relacioando al tema:

Referencias bibliográficas

          Alburquerque, G. (2011). La trichera letrada. Intelectuales latinoamericanos y Guerra Fría (p. 326). Ariadna ediciones.

     Herz, M. (2002). Política de segurança dos EUA para a América Latina após o final da Guerra Fria. Estudos Avançados16(46), 85-104.

     Saunders, F. S. (2013). La CIA y la guerra fría cultural. Debate.

     Gaddis, J. L. (2008). La guerra fría. RBA.

     Gaddis, J. L. (2012). Nueva historia de la Guerra Fría. Fondo de Cultura Económica.     


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